No usar, ¡hay razones para amar!
Para mí las relaciones humanas son similares a la naturaleza, a los árboles, todas empiezan como algo pequeño como una semilla, algunas no alcanzan a transformarse en algo más, quedan en solo semilla y queda el recuerdo de haberse cruzado por el camino, otras empiezan a retoñar pero por uno u otro suceso, la maleza, la falta de agua o el exceso, no logran crecer más, hay otras que crecen y crecen y empiezan a transformarse en árbol pero por un descuido se empieza a marchitar, si se tiene la dedicación, la atención y el cuidado este se podrá rehabilitar, pero sino, se perderá su frondosidad y caerá sin remedio, la mayoría de veces quedan los buenos recuerdos, ¡cómo se amaba a aquél árbol! pero no estaban sus raíces tan hondas y por eso sucumbió; hay otros que han soportado las inclemencias del tiempo, y en vez de caer han fortalecido y entrelazado sus raíces para poder sostenerse, a pesar de que de ve en cuando llega el otoño o el invierno, sigue en pie porque sabe que es necesario, que es el ciclo de la vida, pero tiene la certeza de que llegará el momento de florecer de nuevo.
Creo que las relaciones humanas deben ser horizontales, por eso rescato el valor de representar las relaciones por medio de la naturaleza donde cada quien cumple un rol importante para el funcionamiento vital de la Tierra, cuando se pierde ese equilibrio viene la incertidumbre que hace flaquear esa horizontalidad de las relaciones. y se tiende a minimizar al otro, lo relaciono también con la era que vivimos de la inmediatez y del momento, un árbol no es frondoso de un momento a otro, necesita que lo cultiven, necesita de tiempo, de decisión de hacerlo.

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La gracia de tu rama verdecida
Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde...
ANTONIO MACHADO
Recuperado de:http://www.poemas-del-alma.com/jose-angel-buesa-poema-del-arbol.htm
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